Originalmente oriunda de la zona del mediterráneo donde crece en lugares soleados y rocosos. Años de cultivo en la zona de Grasse en el sur de Francia han producido las mejores y más sofisticadas variedades de lavanda.

Crece también en el sur de Europa (España, Inglaterra e Italia), en Tasmania (Australia) y en los EE.UU. De todas las variedades que existen de lavanda, la variedad “Angustifolia” es la que comúnmente se utiliza con fines medicinales.

Su nombre tiene raíz en el latín “Lavare” ya que era frecuentemente utilizada en baños romanos para purificar el cuerpo y el espíritu.

Antiguamente se esparcían sus flores por el suelo empedrado de los castillos medievales para que al caminar sobre ellas sus aromas desinfectaran y perfumaran en épocas de plagas. También se acostumbraba llenar almohadas con flores de lavanda para ayudar a las personas a conciliar el sueño y dormir en forma más relajada.

Jean Maurice Gattefossé fue el primer científico en documentar la habilidad de la lavanda para promover la regeneración del tejido cuando trabajando en su laboratorio sufrió una quemadura grave, y ante la desesperación metió la mano en el primer recipiente que encontró a mano y que resultó ser de aceite esencial de lavanda. El resultado fue impactante ya que su dolor amainó inmediatamente y su piel cicatrizó rápidamente sin dejar cicatrices.

Existen estudios realizados en 50 mujeres que acababan de ser sometidas a una biopsia mamaria que comprobaron que la lavanda puede mejorar la percepción del dolor luego de una operación quirúrgica. Aquellas que recibieron oxígeno suplementado con aceite esencial de lavanda reportaron menor sensación de dolor que aquellas en el grupo de control. Es el aceite esencial más popular y versátil, y uno de los más seguros.